Los papás quieren lo mejor para sus hijos, pero a menudo se exceden en su ambición y se equivocan mucho, argumenta David J. Bredehoft, Ph.D., presidente del departamento de ciencias sociales y conductuales de la Universidad de Concordia, en San Pablo, Minnesota. "Los padres que malcrían a sus hijos tienen buenas intenciones, pero simplemente dan demasiado: demasiadas cosas o demasiado amor o demasiada libertad", dice el coautor de ¿Cuánto es suficiente? , un libro sobre equilibrar el amor y la disciplina. "Malcriar a nuestros hijos no los hace felices; los hace muy infelices". Los niños que están bien formados y contentos tienen padres firmes pero democráticos, dice Bredehoft.
Los niños demasiado complacidos no aprenden muchas de las habilidades para la vida que necesitan para convertirse en adultos felices y que funcionen plenamente. Tienden a tener un mayor sentido de importancia personal, mientras que al mismo tiempo, tienen problemas de administración del dinero, problemas de relación, habilidades de resolución de conflictos deficientes, problemas para asumir la responsabilidad de sus acciones y problemas para tomar decisiones. Y es cíclico: cuando un niño excesivamente consentido se convierte en padre, cree que no puede controlar el comportamiento de su hijo y que no es responsable de ello. Se siente incompetente como padre porque carece de las habilidades para ser padre efectivamente.
El mayor problema parece ser la sobrealimentación, que es cuando los padres prestan demasiada atención a sus hijos y hacen cosas por ellos que los niños deberían hacer por sí mismos, dice Bredehoft. Por ejemplo, los padres no solo inscriben a sus hijos en edad universitaria para las clases, sino que también participan en entrevistas que sus hijos tienen con los reclutadores. El otro tipo de indulgencia excesiva es la estructura blanda, que es cuando los padres no tienen reglas o no hacen cumplir reglas, como un toque de queda, y no permiten que los niños aprendan habilidades haciendo tareas.
Hágase cuatro preguntas:
(1) ¿Lo que estoy haciendo interfiere con el desarrollo de mi hijo?
(2) ¿Causa una cantidad desproporcionada de recursos familiares (dinero, tiempo, atención) para gastar en uno o más de mis hijos?
(3) ¿Lo estoy haciendo para beneficiarme a mí, el adulto, más que a mi hijo?
(4) ¿Podría dañar potencialmente a mi hijo u otros, incluido yo mismo?
Cualquier respuesta de "sí" sugiere que es posible que deba hacer algunos cambios: ponga un límite de tiempo en la televisión. Haga que el niño recoja su habitación en lugar de hacerlo por él. Establezca reglas sobre cómo se tratarán las cosas, reglas que tienen consecuencias. Un equilibrio entre estructura y disciplina es la clave para lograr una persona bien adaptada que pueda manejar los desafíos de la vida.
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